Justo eso es lo que yo quisiera saber, lo que me pregunto una y otra vez de las más distintas maneras, sólo para descubrir que no hay una respuesta simple. Todas son respuestas parciales.
Por ejemplo, esta es la segunda versión de este post, porque el duende de la imprenta virtual o un trickster god hizo que mi redacción original desapareciera en la nada.
Algo similar me pasa con los espejos. Ahí están y a veces no sé reconocerme en ellos, ni en la sucesión interminable de imágenes que ahí se multiplican.
Borges decía, o escribió algo así como «los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres».
Yo y mis múltiples versiones peleamos mucho, antes de decidirnos a abrir este blog, en plena pandemia de Coronavirus, esperando que en verdad sea el segundo aire de los blogs, esperando encontrar otro modo de comunicación.
Y de todas las fotos en ese abismo de reflejos, creo que me quedo con la única imagen invariable: mi super yo de plástico que me acompaña desde los cinco años… ¿Cuál de las dos imágenes se me corresponde más? La lejana y más borrosa y más guapa… O la cercana y cachetona y más infantil.
¿Quien soy?, acaso sea parte de lo que aquí iré descubriendo…
Abismo de espejos 